A pesar del tiempo transcurrido, aun siento mariposas en el estómago al evocar tu nombre…Marlene.
Fuiste mi primer, -y quizás mi único-, verdadero amor y, ahora, que mis cabellos son ya blancos, me vienes a la memoria con más frecuencia.
Mi viaje hacia Ítaca ha estado lleno de aventuras, lleno de experiencias, aunque no he podido evitar en ocasiones encontrarme con los lestrigones y los cíclopes. He viajado por todo el mundo, acumulado riquezas, aprendido de los sabios… pero en estos días azules, apenas recuerdo nada con más intensidad que la emoción que sentí al verte por vez primera y la angustia que me invadió cuando creí que te había perdido en aquel hotel. La suavidad de tu tacto, tu mirada profunda, el aroma que todo tu cuerpo desprendía… Creí morir en Oporto al descubrir que no estabas conmigo…
¡Cuántos secretos compartimos, peluche de mi alma! Definitivamente, para el amor no hay recetas.
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