Fijo las coordenadas para el vuelo rasante que trazaré, estoy seguro, como una estrella fugaz cayendo a través de las mariposas nocturnas. Me esperan la azarosa geometría de las ventanas, los episodios amorosos, unos llantos infantiles y el silencio que los hombres emprenden con sumisión taciturna. Y, sin embargo, no pienso en el peligro. Soy consciente de que la angustia y el amor, como la nostalgia de los seres queridos, son ahora un fardo inoportuno que conviene eclipsar. Solamente tengo presente el reconocimiento y el aplauso si acierto en la maniobra. Esta es la receta para alcanzar la fama. Equivale a decir que seguiré viviendo con mis amigos un día más. Basta de palabras. Sobra con un gesto.
Cuando caigo en picado sobre el objetivo, el miedo congela mi sangre al ver como se agita en el aire el enorme spray antimosquitos.
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