“He cogido piojos otra vez”. Los malditos niños de este colegio son como gominolas para estos parásitos. Mi costumbre de llevar el pelo largo y de acariciar la cabellera de mis alumnos cuando responden afirmativamente y con solicitud a mis preguntas me hace ser un hombre-piojo. Y, ciertamente, todos lo somos. Miremos a nuestro alrededor: multinacionales, enormes firmas financieras, medios de comunicación y marketing feroces, políticos de cuatro chavos…todos quieren lo mismo: chupar. Nos liban hasta las ideas. Para relajarme voy a cocinar mi receta preferida: un par de huevos fritos con puntillas.
Abro los ojos. Me pica la cabeza. Otra vez este maldito sueño. Piojos, niños, política y huevos fritos. Quizás debería cambiar la almohada. O el colchón. O leer más y ver menos los espantosos noticieros. Me arrastro a la cocina, pronto llegarán los invitados y tengo que preparar mi postre estrella: pastelitos de mariposa.
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