EL OSO
Nuestro refugio estaba en una pared rocosa. Al
amanecer descendíamos hasta el valle en busca de agua y alimentos. Cuando
regresábamos, yo trenzaba juncos cerca del fuego, mientras mi madre me contaba
historias de mujeres guerreras que batallaban en los confines del mundo. Por la
noche, cubiertas con pieles de animales, nos abrazábamos bajo el fulgor de la
luna llena. Éramos libres y felices. Hasta que un día el Oso regresó. Agarraba a mi madre de los
cabellos y se la llevaba al rincón más oscuro. Yo la oía gritar y llorar
desconsoladamente. Una noche intenté defenderla y el Oso nos golpeó con sus
zarpas gigantescas. Loco de furia, aplastó
la cabeza de mi madre contra la pared de la gruta. Entonces se acabaron todos los cuentos, todas
las fantasías que copiábamos de los libros para huir de la tristeza. La policía
me encontró en la cocina, llorando sobre el cuerpo inerte de mi madre.
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