INMERSIÓN
Arrecife de las sirenas |
El Octubre Rojo se sumergió lentamente en las gélidas aguas del Mar de Barents. Dentro del submarino soviético, el ambiente estaba más enrarecido de lo habitual. La tripulación hacía cábalas sobre el contenido del pesadísimo arcón, que unos hombres silenciosos habían embarcado de madrugada. Cuando, tras quince días de navegación, regresaron al puerto de Murmansk, el arcón estaba completamente vacío. Muchos años después, Alexis Petrovich, marinero de la Flota del Norte, envuelto en el perfume a pachuli de su tabaco de pipa, enfermo de melancolía, contaba que una noche, en el curso de aquella misión, escuchó ruidos en la compuerta exterior. Se deslizó sigilosamente hasta la sala de mandos, bajó el periscopio y pudo entrever una figura escurridiza, ciertos brillos de escamas plateadas y unos ojos azules que le sonreían alejándose en las profundidades marinas. Pero yo sé que a Alexis le gusta mucho el vodka, tanto como una buena historia que narrar a sus nietos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario