NUEVA ESTAMPA NAVIDEÑA
Estorninos volando sobre un fondo negro, de Konstyantun Pazyuk
Al finalizar diciembre comenzó a descender de la sierra un helor espeso, como aliento de la tundra, que en pocos días nos sumió a todos en un invierno cruel. El agua del rio brillaba entonces con unos cristales que nos parecían mágicos, cuando el sol, poseído de sueño, irisaba apenas en sus aristas. Las acequias y los azarbes que, hasta octubre habían trabajado con vigor, también permanecían casi inmóviles en una huerta infartada, quieta, como esperando tiempos mejores. El resto de la ciudad, envuelta en guirnaldas y en pirotecnia, en comercios alegres y en reuniones forajidas con olor a pachuli junto al cauce del río, pretendía velar el luto de los tiempos. Pero nosotros, sabedores del dominio global del virus, sólo veíamos bandadas de estorninos que escapaban al caer la tarde, más allá del campanario, surcando el cielo hacia el horizonte. - ¿A dónde piensan que van esos infelices?- solíamos decir.
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