martes, 31 de enero de 2023

lunes, 30 de enero de 2023

viernes, 13 de enero de 2023

La niña Chole

 


LA NIÑA CHOLE

Muchos años después, frente a la pantalla del cinematógrafo, Ramón María habría de   recordar la tarde  aciaga en que conoció a la Niña Chole.  Aquellas imágenes marinas  le evocaron sus años mozos, cuando viajó, rumbo a Méjico, a bordo de una fragata.  Aprovechando la bonanza, Chole  arrojaba reales  por la borda,  para deleitarse en la contemplación de los cuerpos semidesnudos de los marineros que intentaban recuperarlos buceando. Inopinadamente, la aleta de un tiburón se recortó en el horizonte. Excitada por el peligro,  Chole tiró al mar  un centén de oro. Sebastián, un gigante de ébano,  fue a buscarlo  sin pensárselo dos veces.   Después, un temblor estremeció la superficie de las aguas y  las profundidades vomitaron  un borbotón sanguinolento. Chole musitó: “Para el más valiente”  y arrojó un puñado de centenes al mar con un brillo diabólico en la mirada. Lo sé porque yo estaba allí,  y vi también ese fulgor en los ojos de Valle.

Vade retro


   
  VADE RETRO


Cuando Gamuchil Asmas se despertó, se encontró en su oscura galería convertido en un monstruoso bicho. Estaba tumbado sobre su espalda dura y en forma de caparazón. Horrorizado por la idea de ser el blanco de la gula, decidió no salir ese día por insectos. Aun suponiendo que lo consiguiera, la Gorda Patuda, el tío Paco y sus hermanos, que comían como el tiburón del cine, sin hartura, y que, al final, reventaban como zombis, como vulgares yonquis del condumio, le iban a devorar en un santiamén en cuanto lo vieran salir a la superficie a colaborar en la caza.

A fin de cuentas, si su mal no tenía cura y no iba a llegar a viejo para ver crecer sus orejas como las del tío Paco, preferió morir luchando. Excavó una nueva galería de salida. “Seré como un rey republicano, un judío nazi o un feto abortista: el insecto con alma de suricato. ¡Vade retro!”


    Gamuchil Asmas

martes, 10 de enero de 2023

Cine mudo

CINE MUDO

                             “-Así que los vampiros pueden llorar.

                   -Una vez. Quizá dos en toda la eternidad. Tal vez  mi deseo de

       saciar mis lágrimas para siempre, me impulsó a vengarme  de ellos.”

                                                                  Entrevista con el Vampiro

Aquella tarde en la que mi jefe me invitó al cine después de la oficina, no pude negarme ante su insistencia. Soy de naturaleza apocada, prudente y el cinematógrafo es el único lugar donde puedo vivir emociones intensas a través de la pantalla. Aquella tarde estuvo llena de sorpresas. Mientras un hambriento Charlot saboreaba los interminables clavos de una bota, las carcajadas del público evitaron que mi grito de sobresalto se oyera al notar la mano sudorosa del jefe en mi entrepierna.

Siete días más tarde reiteró la invitación y ante su autoritaria insistencia, accedí.

La viscosa mano de aquel tiburón no tardó en deslizarse por mis muslos. La inquietante sombra de Nosferatu en la pantalla, mantenía la sala en silencio hasta que fue roto por el desgarrador grito de mi jefe al sentir la grapadora de la oficina clavada en su mano.

¡Y es que yo siempre he sido un hombre muy decente!

Tiburón



 EL TIBURÓN

“El Tiburón” me apodaron y nunca supe realmente el porqué. Al principio me molestó, parecía rebajar mi categoría social, después me di cuenta de que ese apodo me hacía más “cool”. Yo era irrepetible, marcaba un abismo con mis rivales y nunca me daba por vencido, ni en los momentos más críticos he perdido mi equilibrio, sigo aunque pierda uno de mis apoyos fundamentales ¡estoy hecho para eso!  Soy capaz de soportar una alta presión, “respiro” y freno en circunstancias muy difíciles...Todavía recuerdo aquella vez en que gracias a mi pericia y maniobrabilidad el Presidente de la República Francesa, De Gaulle, salió ileso del atentado en que le dispararon 200 balas. Así se creó mi leyenda y no solo me llamaron para el cine_recuerdo mis cameos en “Fantomas”_sino que, tal es mi caché, que soy valorado como una obra de arte en el MOMA.

 Y todo gracias a mi larga estirpe familiar: los Citroën DS.

lunes, 9 de enero de 2023

Paraíso infantil

 


PARAÍSO INFANTIL

“No escribas lo que sientes, escribe lo que recuerdas y dirás la verdad”.

(“El huerto de Emerson”, Luis Landero

Regreso a mi pequeña ciudad. Algo me hace pensar en mi infancia: me veo como una colegiala, sentada en un pupitre de madera; después como una niña pequeña  alimentando a los patos en el río, las tardes veraniegas leyendo tebeos y escuchando los seriales de los mayores... Me invaden los recuerdos: la tienda de ultramarinos de mi barrio era una paleta de colores. El rojo de los pimientos secándose. El añil de las cajas de galletas. El verde de los bidones de aceitunas…Pero también era un incensario de olores: especias, pan recién hecho, ahumados, fiambres… Cierro los ojos. Me imagino allí dentro. Un lugar seguro. Pero también la puerta abierta a otros mundos.

Me acuerdo de aquellas sesiones de cine dobles y del anillo de hueso de tiburón, regalo de mi primer noviete. ¡Cuántos cambios! Se han levantado edificios, asfaltado y  urbanizado las afueras pero todo mi paraíso infantil ha permanecido, aunque se haya perdido en el tiempo.

Instinto básico

    


I NSTINTO BÁSICO

No te voy a ocultar que la rubia nueva de la oficina me turbó desde el primer día, ni que me hizo llevaderas las incursiones del tiburón de cuello blanco, jefe de Recursos Humanos, en nuestro despacho, ni que esbocé al bellezón ripios poéticos en la soledad vespertina del Carrefour…

Desde que entró por la puerta de la oficina, orlada con un aura celestial, empecé a sentirme alguien importante; de un Bartleby para los chicos de Logística y Operaciones ascendí a la categoría de galán de cine. Mira por dónde, me convertí en el Adonis del Archivo.

Al final, no importa que todo transcurriera según lo esperado y que, al segundo día, ella saliera ya a la calle, cogida de la mano del jefe de Recursos Humanos, mientras yo le franqueaba el paso con el pomo en la mano, porque sé que pronto acabará rendida en mis brazos. 

Ted Bundy




domingo, 8 de enero de 2023

Antonio, el Pachuli (2)

 


ANTONIO, EL PACHULI (2)


Cuando llegó al camino viejo de Almería, el viento agitaba la chapa de las chabolas. Por fin, encontró su cachorro extraviado, pero sus ojos helados ya miraban a la luna. ”Te me adelantaste, perrito”, susurró con voz apagada y con una estaca cavó a duras penas en el suelo pétreo una fosa tan pequeña que, al final, resultó inútil el esfuerzo porque el cuerpo del animal sobresalía y quedaba a la intemperie, a merced del viento helado que lo iba descubriendo por momentos. 

Así que buscó por las cercanías algún escombro/lápida para evitar que las alimañas lo mordisquearan. «¿Qué carajo será la alimaña?», se preguntó. «Tal vez el tiburón del secano, la piraña de los cerros. Como el maldito infortunio que picotea las biografías».

Se adentró en el rancho abandonado Western Leone, donde rodaron el cine de los sesenta y halló un sucio tablero anunciador. Lo desempolvó con mimo. «Ahora Clint protegerá tu sueño».

A lo John Travolta

 


“A LO JOHN TRAVOLTA”


Delante del espejo me veo genial. Parezco un actor de cine, a lo John Travolta en “Grease”. No me falta detalle: zapatos de punta fina bien lustrados, pantalón ajustado y chupa de cuero con cremalleras, cinturón ancho con tachuelas plateadas y una gran hebilla, camisa de lunares negros sobre fondo blanco, colgante con un colmillo de tiburón, un arete en la oreja, las cejas bien peinadas y el tupé.

Estoy nervioso e impaciente. Muy pocas veces me he sentido tan turbado ante una cita como ésta. Ni siquiera cuando Cindy me iba a presentar a sus padres, ni cuando adopté a “Dog”, mi perro. El corazón me late al borde de la taquicardia y, si no me controlo, me desmayaré de la emoción. Me prepararé un Martini con fresas heladas a ver si me tranquilizo.

¿La razón? Voy a comenzar la lectura de “El amante de Lady Chatterley” y quiero estar a la altura. 

Paraguas azul

 


Paraguas azul

Un retoque en los labios y unas gotas de perfume. Un pañuelo rojo y blanco en la cabeza para protegerse del viento. Chaquetón negro: está lista para acudir al encuentro. Es otoño. Llueve. Coge su paraguas azul y sale a la calle iluminada por las pantallas de anuncios. Parece salida de un cuadro de Alex Katz.

En uno de sus vuelos semanales se encontró con un viejo amigo, Javier. Desde entonces casi siempre que volaba al JFK quedaban.

Aprovechando que su mujer se había ido unos días fuera, Javier la invitó a cenar. Es una sorpresa. Ya verás. Sube al coche.

Llegaron al restaurante River Café. De cine. Tomaron ostras, sopa de aleta de tiburón, que le recordó sus vuelos a Japón y …. todo acompañado de un Veuve Clicquot. Hacía tiempo que no se sentía tan amada.

Pasaron la noche juntos y Mónica al despedirse pensó que por fin había roto con el quinto mandamiento.