LA BLANCA Y EL PINZÓN
La culpa es de la Blanca, si no fuera por su poderío y su afán de protagonismo, yo todavía conservaría mis ojos…
¡Ayyy! ¡Qué pena! Esos ojos que me permitían volar sin rumbo por los campos verdes y amarillos
sobre los que brillaban las azuladas plumas de las hembras a las que deslumbrar con mis vuelos; esos ojos que avistaban fácilmente los insectos en verano y las bayas rojizas en el invierno, así podía encontrar el pico ávido de mis crías y reparar el nido en el arbusto.
Pero, tuvo que aparecer la Blanca, con su extremada duración y mi incapacidad para cantarla.
No eran suficientes la Negra, tan fácil y accesible, tan popular; ni la Corchea, tan rápida y amontonada; apareció la Blanca... y mi nuevo dueño decidió que, si me cegaba, no me distraerían los colores de la vida y mis trinos serían virtuosos y largos.
Él no sabe que también más tristes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario