REFLEXIONES DE UN AHOGADO
La vida se acaba sin pedir permiso. Estaba contemplando la luna en lo alto de un arrecife de un paraje desierto y, de pronto, una gran ola me ha arrastrado. Ahora estoy en las profundidades del mar y quiero dar gracias a la vida que he abandonado.
¡Qué gusto haber aprendido a leer y escribir y así haber podido poner nombres a los sueños y palabras a las imágenes! ¡Qué lástima haber aprendido a leer y escribir y tener que dar ahora nombre a la sorpresa y a la decepción y palabras a la tristeza por dejarlo todo de esta manera!
Me estoy dando cuenta de que todas las cosas que me parecían necesarias y urgentes de pronto carecen de importancia y también de cuáles importan de verdad y la poca atención que les he prestado. Puede que haga falta que alguien muera para que los demás se sientan más vivos.
¡La luna! Creo que me acabo de salvar.
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