Pan y cebollas, de Eugenio Fdez Díaz |
Lágrimas
Oyó
la vibración del whatshApp
y Celia, sin apenas apartar la vista de su tarea, tendió la mano de
forma maquinal hacia su teléfono móvil. Desbloqueó la pantalla,
pulsó el icono verde y vio que el mensaje era de Alberto, de su
querido Alberto: “Te
dejo. No puedo más. Ya te lo diré cara a cara cuando reúna el
valor necesario. Lo siento. Adiós”.
Se
quedó lívida y sus ojos empezaron a derramar lágrimas, como le
ocurría cuando pelaba cebollas para prepararle la mermelada que
tanto le gustaba a él. Inclinó la cabeza dándose cuenta de que
habían caído sobre el cuadro que estaba terminando.
Además
de quedarse sin novio, también se había quedado sin acuarela.
¡Ahora tendría que empezar aquella marina con óleo sobre un
lienzo! Se limpió los ojos, rompió la devastada cartulina y
suspiró.
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