Naturaleza muerta, Claudio Rodríguez Venegas |
Itaca
—El
Nilo, río sagrado, que prodiga la abundancia de bienes sobre el país
de Kami, atrajo hasta sus riberas a las cóncavas naves de los
extranjeros de rubias cabelleras. Probaron la cebolla dulce y tierna,
la raíz del loto, que provoca el olvido, y decidieron no regresar a
su tierra. Pero su príncipe, tan astuto como Thot, los convenció
para que continuaran el viaje. Cuentan los hombres dignos de fe que
solo el príncipe logró regresar a su patria y los demás
perecieron. El Devorador se dio un jugoso festín con los cuerpos de
los navegantes que no pudieron ser ungidos con el óleo sagrado…
—Maestro,
¿no hubiera sido mejor para ellos permanecer allí, con los
lotófagos, que aventurarse en el mar ignoto?
—Sinuhé,
también para nosotros, los tebanos, no hay mayor sufrimiento que
saber que jamás volveremos a aspirar el perfume de la Tierra Negra
las noches de primavera. Que Amón no te depare esa condena.
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