Al inicio
Del nido a la luna, óleo de Jacanamijoy |
La
tarde se presentaba calurosa y asfixiante como de costumbre.
El
aire, irrespirable, provenía del desierto sahariano pero no aliviaba
la pegajosa humedad que incitaba a no moverse lo más mínimo a pesar
del insoportable ruido circundante producido por los pájaros
multicolores de espléndidas y exuberantes plumas que aleteaban sobre
las ramas de la pequeña selva de plantas tropicales y palmeras. Allí
los habían encadenado para que no echaran a volar huyendo de los dos
tigres y el orangután que dormitaban indolentemente a los pies de
los pequeños árboles.
Los
camellos, sin embargo, andaban inquietos ante la algarabía y el ir y
venir de saltimbanquis, bailarinas, guerreros y animales exóticos.
Parecía
imposible que aquel maremágnum pudiera organizarse. Pero solo tuvo
que hacer una pequeña señal el gran embajador para que las
huestes de la Media Luna se unieran hombro con hombro al son de los
timbales y la carroza de aves tropicales abriera el desfile.
No hay comentarios:
Publicar un comentario