Cuadro
Luz de luna, óleo de Javier Bedoya |
Lo
sé, es imposible.
Pertenecemos
a mundos tan distintos…
Y
solo puedo contemplarla en esos fugaces minutos del atardecer en que
nuestros destinos se unen cada día. Desde el momento en que llegó
de su húmeda selva americana me cautivó con su penetrante y sutil
perfume, su blanca y rosada faz en forma de corazón, sublime,
acurrucada en su rincón, apenas se mueve para enredarse en ese aura
embriagadora que la envuelve cada la noche.
¿Cómo
yo, tan vital e inquieto, tan duro y enérgico, acostumbrado al aire
y la luz podría llamar su atención?
Y
luego está ese seductor de Don Diego, crápula nocturno, que no ceja
en su empeño y ¡no se despega de su lado! A la más mínima brisa
se abalanza sobre mi flor de luna.
¡Ay!
Si, al menos, el pelirrojo de los pinceles nos uniera en un mismo
jarrón, permaneceríamos juntos hasta la eternidad:
“Sunflowers
and moonflowers”
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