"Botella de Anís", de Juan Gris |
RESIGNACIÓN
La peculiar botella, repujada como un frasco de perfume, despertó gratamente su interés, pero al estudiar la etiqueta un intenso rubor iluminó su rostro. Contempló, estupefacto, una burda imitación de sus facciones insertas en un cuerpo simiesco de aspecto antropomórfico. Tradujo la leyenda con incredulidad: “Esta es la verdadera evolución”. Cerró los ojos y rememoró el celeste resplandor de las cordilleras, los caparazones de las tortugas, la blanca nieve de los glaciares antediluvianos, el pico de las especies de pinzones, los fósiles, las perezosas iguanas, la bravura del “Beagle”. Sus innumerables descubrimientos, sus dudas, sus conferencias y artículos, la ira de algunos, el fervor de otros… De todo aquello se burlaba esa imagen grotesca que adornaba una bebida extranjera. Aun así, curioso como era, se sirvió un trago que paladeó con delectación. Sin duda era un licor exquisito. “España es diferente”, pensó Charles Darwin tristemente, mientras volvía a escanciarse otra copita de Anís del Mono.
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