LUZ DE MARIPOSA
Las cortinas están siempre echadas. La luz es tenue.
El ambiente es físicamente aséptico. Las enfermeras revolotean de cuna en cuna,
que asemejan crisálidas abiertas con brazos que emergen hacia máquinas que
despiden luces verdes, rojas, naranjas. Casi el único color del recinto, salvo
el blanco lechoso de paredes y mobiliario. Cada cierto tiempo y con un estricto
control los padres acceden a ver a sus retoños, con sus miradas perdidas en
tubos, cables, y entre ellos, su hijo.
En el pasillo dos abuelas conversan calladamente,
mostrando orgullosas sus arrugas y sabiendo que el bebé viene a sustituirlas en
un breve lapso. Comparten sus recetas de vida, sus historias de amor y desamor
con sus hijos y allegados. Hablan sin escuchar, necesitan ser oídas ahora que
el tiempo va en su contra.
Perezoso en su respirar, somnoliento en el vivir, el
bebé espera plácidamente la luz de una mariposa.
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