MUDANZA
Clown, de Alba Cupello |
Ante la
inminencia de la mudanza, programada para el mes de octubre, los juguetes de Abigail juzgaban si el payaso debía ir a la nueva
casa de los Miller. El jurado, rigurosamente paritario, (tres Nancys y tres
madelmans), atendía al sheriff de Toys, que actuaba como fiscal. Este argumentaba,
en contra del acusado, su nulo código de conducta, ilustrado en el día que vertió
perfume de pachuli en los ojos de Barbie Malibú (provocando, de paso, el divorcio
con Ken). El abogado defensor, un mudo muñeco de trapo, no realizó preguntas. El
juez, un dentudo T-Rex, rugió y resolvió el contencioso decretando la
marginación sine die del payaso. Todos los juguetes estallaron de júbilo
y ocuparon rápidamente la caja preparada para transportarlos, esa misma que
el padre de Mary tiró, poco después, al contenedor de basura. Mientras tanto,
en el regazo de Mary, el payaso se acomodaba con su sempiterna sonrisa picarona.
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