LICANTROPÍA
“La lluna és un llop que campa pels cami platejant el sotabosc”
Manel
No podía ni mirar la portada del tebeo. En ella un monstruoso hombre lobo de escalofriante dentadura me recordaba que aquella era la fatídica noche. Noté cómo mi vello se erizaba de terror. El momento del cambio había llegado: me dolían las articulaciones y unos pinchazos insoportables me taladraban el bajo vientre. La luna llena, asomada entre las nubes, transformaba el mar en un desierto de plata. Consideré la idea de huir a la cama de mis padres, pero la visión de sus cuerpos despedazados entre mis garras me aterraba. Entonces se me ocurrió que podía echar el pestillo y encerrarme, quizá una niña loba no tuviera la habilidad de abrir una puerta atrancada. Envuelta en este tranquilizador pensamiento me quedé dormida. A la mañana siguiente unas gotas de sangre manchaban las sábanas de mi cama. Y tuve la absoluta certeza de que la maldición por fin se había cumplido, aunque de una forma insondable y misteriosa.
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