TRAGEDIA
DOMÉSTICA
Esta
mañana he perseguido con el viejo cazamariposas una bandada de calcetines
desparejados. Revoloteaban a mi alrededor, como burlándose de mis ridículos
intentos de capturarlos. Otras veces se esconden detrás de los armarios y se camuflan con la pelusa que se acumula debajo de las camas. No quieren disfrutar de
la vida plácida que les ofrezco en los cajones, amorosamente anudados con sus solitarios compañeros. Vuelan por el pasillo
desolado y se estrellan contra las cristaleras sucias de la lluvia de verano.
No encuentro una receta para calmar sus desaforadas ansias de libertad. Mi
psiquiatra me ha dicho que los calcetines actúan por empatía con sus legítimos
propietarios, que solo modificando las circunstancias ambientales se podría
llegar a una solución satisfactoria. Por favor, vuelve a casa. Si regresas, los
calcetines y yo recuperaremos el orden y el sentido, la costumbre de amar y la
alegría que perdimos desde el preciso instante en que te fuiste.
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