Cristina siempre fue una niña especial, desde su nacimiento mirándonos con descaro, hasta su negativa a dar besos a desconocidos, todo lo que hacía o decía estaba seriamente meditado, a sus cinco años dijo que quería bailar y no paró de insistir hasta que se vio con maillot en clase de Nuria.
Tuvo su época vegana y me seguía por toda la casa pidiendo la receta del pastel de espinacas o la tarta de zanahorias.
Cuando quiso compaginar el conservatorio, los estudios de Derecho y el grupo de baile de Espadero todos dijimos: no podrá, no le queda tiempo, pero cuando trajo entradas para el teatro en su primera actuación la expectación fue máxima.
Vestida de azul cielo la vimos aparecer en el escenario y al levantar los brazos sentimos que se elevaba como una mariposa que inicia el vuelo. Fue el espectáculo de su vida, ninguna otra actuación pudo llegarnos tanto al corazón.
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