Golden Retriever
Mujer con perro |
En su inicio, aquel verano en las tierras cálidas del suroeste tuvo los ingredientes propios de todos los veranos: calor, insectos insoportables, abulia. Sin embargo, algo lo hizo distinto. Como por arte de magia, Severo se coló en aquel verano y lo cambió profundamente.
Lo primero que hizo fue alterar el aspecto de las calles, oxidadas y silenciosas antes. Lo segundo que cambió fue la relación entre nosotros. Hablábamos de él, refiriendo la última hazaña en la que Severo, con su parsimonia inglesa, había participado. Todos, en definitiva, lo sentíamos como nuestro, como parte de estas tierras olvidadas del mundo.
Por eso, cuando en octubre, Severo desapareció atrapado por las peludas y tostadas faldas de una Golden Retriever que olía a pachuli, no pudimos más que maldecirlo y prometernos que jamás habría entre nosotros otro como él, que nos dejase con la indiferencia de la despedida y con la tristeza de su ausencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario