ANTONIO, EL PACHULI (2)
Cuando llegó al camino viejo de Almería, el viento agitaba la chapa de las chabolas. Por fin, encontró su cachorro extraviado, pero sus ojos helados ya miraban a la luna. ”Te me adelantaste, perrito”, susurró con voz apagada y con una estaca cavó a duras penas en el suelo pétreo una fosa tan pequeña que, al final, resultó inútil el esfuerzo porque el cuerpo del animal sobresalía y quedaba a la intemperie, a merced del viento helado que lo iba descubriendo por momentos.
Así que buscó por las cercanías algún escombro/lápida para evitar que las alimañas lo mordisquearan. «¿Qué carajo será la alimaña?», se preguntó. «Tal vez el tiburón del secano, la piraña de los cerros. Como el maldito infortunio que picotea las biografías».
Se adentró en el rancho abandonado Western Leone, donde rodaron el cine de los sesenta y halló un sucio tablero anunciador. Lo desempolvó con mimo. «Ahora Clint protegerá tu sueño».
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