RIADA
La riada del Segura, de A. Muñoz Degraín |
Ya
están aquí otra vez esos hijos de perra. Merodean sin descanso por los límites
de mi propiedad, se acercan a la valla de alambre con el pretexto de que son
voluntarios y desean ayudarme. Desde que el agua arrasó el Palmeral, inundando nuestras
casas, destrozando nuestros bienes, los vecinos no han parado de acosarme. Son
inmunes al desaliento… como cuando me preguntaban por María. Pero no
conseguirán su propósito: no van a limpiar mi casa, no sacarán al camino
polvoriento una montaña de electrodomésticos herrumbrosos, ni de muebles
enmohecidos. No van a levantar los pedazos de barro seco que cubren mi jardín,
como gigantescas piezas de un puzzle interminable. No van a recoger los restos
de la piscina prefabricada, ni curiosear debajo del césped artificial… porque
allí, entre las lombrices y los caracoles, envuelto en una colcha de ganchillo
que el tiempo habrá convertido en un amasijo putrefacto, está escondido el
maldito cadáver de María.
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