EL TÍTULO, EN EL INTERIOR
La Luna, lívida hermana de la Tierra, vagaba a través de los desiertos pasadizos de la noche. Una mujer corría desalada por el oscuro callejón con un bulto entre los brazos. No pudo verme porque yo estaba escondido entre las sombras, esperando. Ardía en deseos de conocer el motivo de su huida y detenerla. De pronto, un individuo apareció tras ella, persiguiéndola con deleite, como si la tuviera enganchada a un sedal que él podía soltar o recoger a su antojo. El desconocido jugaba al gato y al ratón con la mujer inerme sin imaginar que, con frecuencia, me gusta ser un perro. Siempre sospeché que yo no era como los demás. Ahora, tras largos años de vacilaciones y temores inciertos, me conozco. Nunca hablo de ello, no podrían entenderme. Guardo las formas, bebo vino en copas de cristal. Río con todos. El perseguidor no se me resistió, solo era hombre para lo innombrable.
No hay comentarios:
Publicar un comentario