INGRATA PATRIA
“Y su epitafio, la sangrienta luna”
Francisco de Quevedo
Aquí la tierra es blanda y esponjosa. Tiene un aroma a regaliz, a albahaca, que me embriaga; no como allí, en el panteón militar de Ceuta, donde la arena del desierto me secaba la garganta. Estoy muy cerca de la casa paterna, de su palomar, de su huerto. Fíjate, niño, hay luna llena, la misma que brillaba aquella noche sobre la Loma de los Morabos. Esa luna africana es la postrera imagen que guarda mi retina. Más de mil acabamos en el polvo, pero destruimos las fortificaciones que Abd el Krim encargó al maldito sargento Klems. Yo, el capitán Mendoza, fui el último caído en esa guerra atroz. Desde que estás conmigo disfruto evocando aquellos episodios, aunque estoy seguro de que conocerás mis hazañas. Y habrá canciones, relatos y homenajes que eternamente alimenten el fuego de nuestra memoria. Ahora, niño, apoya tu cabeza en mi pecho y durmamos hasta que salga otra vez la luna.
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