Desde que era una niña le gustaba escribir listas de palabras: las mariposas cuyos nombres conocía, las provincias españolas que había visitado, los regalos de los Reyes Magos. Se enamoró de un hombre y siguió escribiendo listas en su diario: las caricias que se daban, los libros que compartían, las flores que él le regalaba, las veces que se amaron sobre la arena de la playa… Con el tiempo, emprendieron una vida juntos e, inexorablemente, sus listas continuaron: la ropa que él censuraba, las recetas que no podía volver a cocinar porque a él no le gustaban, las miradas de amenaza, los insultos humillantes, cada uno de sus golpes ciegos, inesperados, las consultas en urgencias falseando los motivos de sus lágrimas, el miedo a volver a casa… Hasta que ella misma no fue más que un nombre en una lista de mujeres asesinadas.
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