Juicio Inicial
Hechas las diligencias previas, llegó el día del juicio. El fiscal
comenzó su interrogatorio a Eva Mater. ¿No es cierto, señorita Mater, que
prometió al señor Adán Pater acceder a sus deseos de boda, si mordía la manzana
prohibida? Un tímido, pero pícaro sí salió de los labios de la mujer.
El fiscal sonrió y no hizo más preguntas. El abogado defensor, sentado
junto a Adán, agachó la cabeza. El juez, moviendo su gran ojo dentro del
triángulo, emitió el veredicto vociferando: Eva
y Adán, por la Ley Divina, os declaro culpables de desobediencia y os condeno a
la pútrida humanidad. Seréis expulsados más allá del riachuelo de las fieras.
El fiscal reía envuelto en olor a azufre. Los profetas, como balas,
abandonaban la sala para registrar concienzudamente todo lo sucedido en sus
libros. Adán, escondido y ruborizado, se tapaba sus estrenadas vergüenzas.
Eva, frente al juez, inauguraba la sensualidad al cruzar sus piernas.
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