I NSTINTO BÁSICO
No te voy a ocultar que la rubia nueva de la oficina me turbó desde el primer día, ni que me hizo llevaderas las incursiones del tiburón de cuello blanco, jefe de Recursos Humanos, en nuestro despacho, ni que esbocé al bellezón ripios poéticos en la soledad vespertina del Carrefour…
Desde que entró por la puerta de la oficina, orlada con un aura celestial, empecé a sentirme alguien importante; de un Bartleby para los chicos de Logística y Operaciones ascendí a la categoría de galán de cine. Mira por dónde, me convertí en el Adonis del Archivo.
Al final, no importa que todo transcurriera según lo esperado y que, al segundo día, ella saliera ya a la calle, cogida de la mano del jefe de Recursos Humanos, mientras yo le franqueaba el paso con el pomo en la mano, porque sé que pronto acabará rendida en mis brazos.
Ted Bundy
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