Licantropía
Vicisitudes II, óleo de Jesus Guerra |
Ni subido a una escalera
conseguiría besarte. Quizás ni subido al árbol más alto de las
selvas que habito. Sólo me queda mirarte y anhelar tu palidez. Sólo
me queda acariciarte desde la lejanía, durante los escasos días en
los que ocupas el firmamento de mis noches. Sólo me queda llamarte
con borrascosos aullidos. Sólo humillarme a ti, dejando que tu
influjo me cubra de grises guedejas. Sólo me queda, y nada más,
ofrecerte, como antes y como siempre, una víctima sagrada. Un pulcro
cuerpo como el de esta joven doncella que te haga más redondeada,
más nívea, más luna.
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